martes, 25 de septiembre de 2007

Una educación manipulada

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Cuando un político habla, lo que más desea es ser escuchado sin paliativos, sobre todo, cuando lo que pretende es convencer de que lo blanco es negro y lo negro del color que se prefiera. La propia educación gira en torno a este propósito, no a engañar al alumno, sino a aceptar la palabra del político a pie juntillas, como si fuera Dios mismo quien hablase. Éste es el objetivo solapado de la educación secundaria en las despiadadas mentes de los dirigientes políticos que hoy nos toca vivir. El alumno de secundaria no es tenido en cuenta más que como un futuro votante. Tan simple como terrible.

Los alumnos de la ESO son promocionados de curso valorando, sobre todo, su falta de esfuerzo, la ausencia de conocimientos y su mal comportamiento, porque el imperativo político-legal no deja resquicio a la recta actuación del equipo educativo. Los profesores son obligados a convertirse en meros funcionarios al servicio de la administración, engordando estadísticas de aprobados y éxito escolar, como si la educación fuera un podium donde gana el que saque los mejores números. Se imponen asignaturas contra todo sentido común democrático y se desechan aquellas que verdaderamente proporciona al alumno una base sostenible para su futuro y su propio desarrollo personal.

Si la guerra no conviene, se le llama paz y el "alumno-voto" se lo cree. Si la religión es perjudicial, el "alumno-voto" deja de preguntarse los porqués de todo sin más. Si se promete cualquier subvención pública, el "alumno-voto" piensa que unos son muy buenos y otros muy malos, que unos luchan por los demás y otros sólo piensan en sí mismos. Los alumnos españoles de la ESO están avocados a una pobreza cultural y económica que llevará a la construcción ruinosa de una nación sin categoría, sin pasado, sin valores y, sobre todo, sin futuro.

martes, 18 de septiembre de 2007

Heridos de muerte

La cosa está peor de lo que se podría pensar, porque el gobierno socialista, unido a una gestión institucional nefasta, ha provocado intencionadamente, que la asignatura de religión quede reducida casi a la nada dentro del curriculum de secundaria. El acoso contra esta asignatura, dada la imposibilidad legal de suprimirla de un plumazo, se centra, fundamentalmente, sobre el profesor de religión.

Este profesor, licenciado como todos, a diario es vilipendiado por la empresa que le paga, es ninguneado por la administración pública y muchas veces negado por sus compañeros de trabajo, simplemente, por ejercer su labor docente.

El sustento del profesor de religión y su familia, que también la tiene, depende de unos alumnos acostumbrados al regalo y a la apatía escolar. Unos alumnos que no están dispuestos a estudiar, a comprender, a conocer, a superarse, en un esfuerzo certero por claudicar de su propio futuro y que saben, por experiencia, que elegir la alternativa a la religión supone una hora de inmunidad escolar. Ésta es nuestra educación. Y nuestros alumnos, nuestros hijos, no son los actores sino sus víctimas. Quede claro
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Pero si el profesor de religión carece de horquilla horaria, de la que todos los docentes disfrutan, entonces, su sueldo depende de la valentía de unos padres y unos hijos que siguen eligiendo la asignatura. Si los alumnos no marcan en la matrícula la religión, y no porque no les guste, el profesor se queda literalmente sin trabajo, o con la mitad del mismo.

Y esto el alumno lo sabe. Y esto el alumno lo usa muchas veces en su favor para tener a su merced, precisamente, la auténtica profesionalidad del docente de religión, como si fuera una amenaza tácita a largo plazo. Así el profesor se deberá preocupar más de lo bien que se lo pasan los alumnos en sus clases en vez de si se forman y crecen como han de crecer los alumnos de secundaria.

Si la asignatura es imposible de suprimir, al profesor, entonces, no se le reconocen los derechos de todo trabajador. Las profesoras que esperan un hijo no tienen derecho a la baja maternal, los mayores de 55 años no tienen derecho a la reducción horaria pactada para todo el colectivo docente, al profesor de religión se le niega su propia antigüedad como trabajador y no le son reconocidos sus trienos ni sus sexenios con la consiguiente reducción salarial. El profesor de religión recibe sus pagas extraordinarias clamorosamente reducidas, no le son pagados los días reglados por la extinción de contrato, no tiene la posibilidad de tener tutorías, no le es reconido su propio departamento de religión con lo que la dotación económica derivada de tal reconocimiento queda dirigida para otros menesteres "más educativos".

Si la dignidad del profesor de religión como docente queda reducida a la ausencia absoluta, en base a que su labor principal pasa a ser cómo no quedarse sin trabajo el curso siguiente, -por muy bueno que sea o por muy profesional que sea-, unido a la imposibidad de vivir dignamente con tales salarios, el profesor de religión termina por abandonar y buscarse la vida como pueda. Y como la vida no perdona, ganan los que pretenden suprimir la asignatura como bandera de su idiotez ideológica o su mala leche conceptual. Por eso las cosas están peor de lo se podría creer y mucho peor de lo que se cuenta en este texto. Lo digo por experiencia, heridos de muerte.

viernes, 14 de septiembre de 2007

La religión, una asignatura convulsa

La ignorancia unida a la aversión por la religión ha hecho al "gobierno de España" situarse en una posición que por dramática sería, sin duda, el mejor de los chistes de catetos. La religión, dentro de este plan urdido hace años, queda situada entre las peores de las lacras de nuestro tiempo. Excluyendo exposiciones fabricadas por y para progres ministeriales que reinventan y autointerpretan la historia con un antojo infantiloide, la verdadera acción de los gobiernos socialistas contra la religión se centra en la educación.

Tanto el estatuto de los profesores de religión, trabajadores de pleno derecho, como el propio derecho de los padres a educar a sus hijos según sus convicciones, queda reducido a la nada por decreto ideologíco violando, así, todas y cada una de las normas democráticas que tanto se encargan de pregonar como propias los que no dudan en quitar de un plumazo todo lo que no les sea de su interés.

La religión en la escuela esta siendo diezmada, a día de hoy, para dar paso a la Educación para la Ciudadanía, nueva religión progre, que encuentra su enemigo más directo en la elección religiosa que los padres hacen para sus hijos como un ejercicio de libertad que los socialistas del gobierno no soportan.

Mediante decretos y recomendaciones dependientes de las comunidades autónomas, reinos de taifas en esto de la educación, la religión está siendo suprimida de modo exponencial de la aulas, sin mucho ruido pero con muchas nueces. Claro es el caso de Andalucía y de su rey, Chaves el inmarcesible, dejando a miles padres y madres de familia con una reducción del 50% en su salario, sin más. Éstos que dicen defender a los trabajadores. Repito, sus trabajadores.

Éste es el presente de tolerancia y respeto que nos presenta el gobierno socialista, un pensamiento único, unos valores presentados e impuestos desde las instituciones públicas, un rechazo radical de la discrepancia y la pluralidad, un odio a la religión cristiana alimentada por la ignorancia y las consignas, un futuro, en definitiva, de ciudadanos que no conviven, sino que imponen sus gustos y, sobre todo, su forma de ver y vivir la vida.
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Disculpad mi prolongada ausencia. Dicen que la obligación tiene prioridad sobre la devoción, y aunque no se pueda hacer otra cosa, así es la vida. Un saludo a tod@s.