España está inmersa en un momento de confusión esperpéntico y de caída de todos los nortes posibles, se les quiera llamar ideales, valores, normas o tradiciones constitutivas de nuestra identidad individual y colectiva. Está sumida en el sueño de una libertad amelcochada dirigida mediáticamente y que se cree su propia mentira.
Dentro del fragor del estatuto catalán y andaluz, del gallego y el balear, de ETA y del nuevo régimen que ni es una cosa ni otra, Solbes, el titular de economía del gobierno de Zapatero, ha declarado respecto de la economía española que "estamos en la línea". Pero, de qué línea se trata, cómo es tal línea.
Supongo que se referirá al plan urdido meses antes del 11-M para que unos pocos tuvieran mucho, y el resto de los españoles nos convirtiésemos en vasallos monetarios de los nuevos caciques de luengo salario público. Porque la nefasta dirección económica de España no afecta a estos maquinadores de lo ajeno, sino a millones de familias a las que no les cuadran las cuentas, sus cuentas domésticas, las de su casa, que no hace mucho podían soportarse.
Imbuidos, los españoles, por una cultura del fraude y del escándalo de facturas públicas y más falsas que una moneda de tres euros, el desmedido aumento del precio, que no del valor, de las viviendas no deja más que la puerta abierta al fracaso personal de tantos y tantos jóvenes que no pueden ni respirar, tantas parejas que desean lanzarse a una vida digna y que descubren en su piel que las promesas del ministerio de la vivienda y una tal Trujillo sólo eran novedosas artimañas electorales dirigidas allí donde más duele y sienten los españoles, sobre todo, los jóvenes.
La subida indiscriminada de la vivienda junto con los tipos de interés, el dichoso euribor, acuerdo de bancos y gobiernos, sumado a la permisividad de un gobierno manirroto en el gasto público favorece y provoca, por una lado, el fraude fiscal, porque comprar una vivienda en España se convierte en algo sencillamente imposible para el 90% de los ciudadanos, y por otro lado, condena a los jóvenes a seguir siendo dependientes de sus progenitores hasta bien pasada su juventud. Esto conlleva a su vez, que los bancos no concedan hipotecas a aquellas personas que superen cierta edad, con lo que estamos ante la pescadilla que se muerde la cola, amén de las dificultades para justificar ante un director cualquiera de banco que serás capaz de pagar una cuota superior las posibilidades de una trabajador del montón durante 30 ó 40 años.
Y qué hace Solbes y el gobierno en conjunto viendo que la inflación se ha duplicado en los últimos dos años. Mostrar sin tapujos la desfachatez propia de estos individuos que nos mandan, decir que estamos en la línea. Una línea en la que los impuestos crecen sin cesar porque las cuentas del estado no cuadran, porque se gasta absurdamente, porque los salarios se congelan, porque a las grandes multinacionales no les es rentable trabajar en España ya que tienen que pagar más de lo que facturan, porque tener descendencia sale por un pico... y decían que la España de Aznar no iba tan bien como decía. Si va a resultar que vamos a echar de menos aquello de Alfonso Guerra del apretarse el cinturón.
Estamos en la línea y las consecuencias reales se verán a corto plazo, y cuando los españoles estemos asfixiados vendrán más libertadores de las economía doméstica para maniatar los derechos a todo lo digno que la Constitución manifiesta. Para entonces, la línea habrá caído tanto que ya no merecerá la pena ni levantarse para ir a trabajar, y la pregunta que se harán los señores que nos mandan será, de qué vamos a vivir ahora. Lo importante es que España arrasa en el mundial y que, como saben, estamos en la línea, aunque seamos un desastre económico y el hazmereir de media Europa.
Dentro del fragor del estatuto catalán y andaluz, del gallego y el balear, de ETA y del nuevo régimen que ni es una cosa ni otra, Solbes, el titular de economía del gobierno de Zapatero, ha declarado respecto de la economía española que "estamos en la línea". Pero, de qué línea se trata, cómo es tal línea.
Supongo que se referirá al plan urdido meses antes del 11-M para que unos pocos tuvieran mucho, y el resto de los españoles nos convirtiésemos en vasallos monetarios de los nuevos caciques de luengo salario público. Porque la nefasta dirección económica de España no afecta a estos maquinadores de lo ajeno, sino a millones de familias a las que no les cuadran las cuentas, sus cuentas domésticas, las de su casa, que no hace mucho podían soportarse.
Imbuidos, los españoles, por una cultura del fraude y del escándalo de facturas públicas y más falsas que una moneda de tres euros, el desmedido aumento del precio, que no del valor, de las viviendas no deja más que la puerta abierta al fracaso personal de tantos y tantos jóvenes que no pueden ni respirar, tantas parejas que desean lanzarse a una vida digna y que descubren en su piel que las promesas del ministerio de la vivienda y una tal Trujillo sólo eran novedosas artimañas electorales dirigidas allí donde más duele y sienten los españoles, sobre todo, los jóvenes.
La subida indiscriminada de la vivienda junto con los tipos de interés, el dichoso euribor, acuerdo de bancos y gobiernos, sumado a la permisividad de un gobierno manirroto en el gasto público favorece y provoca, por una lado, el fraude fiscal, porque comprar una vivienda en España se convierte en algo sencillamente imposible para el 90% de los ciudadanos, y por otro lado, condena a los jóvenes a seguir siendo dependientes de sus progenitores hasta bien pasada su juventud. Esto conlleva a su vez, que los bancos no concedan hipotecas a aquellas personas que superen cierta edad, con lo que estamos ante la pescadilla que se muerde la cola, amén de las dificultades para justificar ante un director cualquiera de banco que serás capaz de pagar una cuota superior las posibilidades de una trabajador del montón durante 30 ó 40 años.
Y qué hace Solbes y el gobierno en conjunto viendo que la inflación se ha duplicado en los últimos dos años. Mostrar sin tapujos la desfachatez propia de estos individuos que nos mandan, decir que estamos en la línea. Una línea en la que los impuestos crecen sin cesar porque las cuentas del estado no cuadran, porque se gasta absurdamente, porque los salarios se congelan, porque a las grandes multinacionales no les es rentable trabajar en España ya que tienen que pagar más de lo que facturan, porque tener descendencia sale por un pico... y decían que la España de Aznar no iba tan bien como decía. Si va a resultar que vamos a echar de menos aquello de Alfonso Guerra del apretarse el cinturón.
Estamos en la línea y las consecuencias reales se verán a corto plazo, y cuando los españoles estemos asfixiados vendrán más libertadores de las economía doméstica para maniatar los derechos a todo lo digno que la Constitución manifiesta. Para entonces, la línea habrá caído tanto que ya no merecerá la pena ni levantarse para ir a trabajar, y la pregunta que se harán los señores que nos mandan será, de qué vamos a vivir ahora. Lo importante es que España arrasa en el mundial y que, como saben, estamos en la línea, aunque seamos un desastre económico y el hazmereir de media Europa.
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