La calidad personal no se mide por las herencias o alcurnias, sino por los actos, como tampoco por los actos electorales y los contubernios entre políticos y periodistas de la misma calaña. Y es que en estos días, la vorágine de noticias veraniegas, de calores y máximas, no hace más que ocultar, como siempre, la verdadera noticia, la nefasta gestión del gobierno y de su partido en todos los escalones de la política nacional. Entre el nunca mais, las alabanzas a Irán y la ultranza de Hezbolá estamos bien servidos los españoles que quedamos, que cada vez somos menos en este no se qué de Estado. Ah, y comprarse una vivienda digna ya no está al alcance del derecho de nuestra Carta Magna, es decir, un pico inalcanzable. Siempre nos quedará la esperanza de la primitiva y el euromillón.
Llegamos del verano y cuando veamos lo que han hecho en nuestra casa mientras disfrutábamos de nuestras merecidas vacaciones nos va a entrar las siete cosas, la vuelta a un país perdido que ya casi ni reconocemos aunque siga siendo el nuestro, pero tendremos que seguir tirando de pluma y teclado para que, por lo menos, el carné de nuestra dignidad no se quede también sin puntos y sin zonas para ser ella misma.
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