lunes, 11 de septiembre de 2006

Un esfuerzo cabal de comprensión

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Realmente, nuestra primigenia misión como ciudadanos es hacer un esfuerzo cabal de comprensión, pero no del terror, imcomprensible de por sí, sino de todo aquello que no se hace para combatir a los asesinos. Los españoles no somos la chica austriaca secuestrada durante ocho años y, por tanto, no tenemos ese síndrome de Estocolmo que nos hace ver a nuestros asesinos como personas que actúan con "buena" fe e impulsados por la agresión histórica de la puta España, como diría el tal Rubianes.

Rodríguez Zapatero, como experto luchador contra el terrorismo infame, ha defendido, en Helsinki, la Alianza de Civilizaciones en cuanto única solución para la supresión del terror, cuyo primer elemento es la necesidad de "hacer un esfuerzo cabal de comprensión de la amenaza" terrorista en el mundo. Dicha tesis se basa en la idea, nacida de su privilegiada y objetiva visión histórica, de que el terrorismo "ha sido utilizado históricamente en apoyo de diferentes ideologías o confesiones religiosas", de modo que, "no podemos vincularlo con ninguna civilización, cultura o religión determinada". Pero el señor Rodríguez Zapatero se confunde.

Primero, confunde religión con ideología pretendiendo ponerlas al mismo nivel, un tú a tú al que nos tiene desgraciadamente acostumbrados con respecto al terror de los asesinos de la ETA. La religión no es una ideología más, ni la ideología es equiparable a los postulados que definen una religión. El que no entienda esta diferencia que se vaya a los manuales de antropología, que no a los de teología. No se confundan.

Segundo, confunde lo histórico con lo que siempre se ha dado de un modo concreto, porque da por hecho que la religión ha ido unida indisolublemente al terror (históricamente) y que se ha servido de éste para sus intereses personales, cosa cuanto menos falsa. No es de extrañar, por tanto, que confunda de antemano, religión con ideología. Y su confusión le lleva al terreno de la generalización, recurso propio de los ignorantes. De ahí que podamos deducir según las palabras del Presidente del Gobierno, que nuestra cultura está asentada sobre las bases del terrorismo que "ha sido utilizado históricamente en apoyo de diferentes ideologías o confesiones religiosas".

Tercero, Rodríguez Zapatero se confunde al manifestar que el terrorismo no se puede vincular a ninguna civilización, cultura o religión. Entonces, ¿quién es el terrorista y quién la víctima? ¿Defiende la tesis de que todos tenemos la culpa del terrorismo como el cura que nos hacía culpables de la pobreza en el mundo por tener los frigoríficos llenos de comida? Ciertamente no toda la sociedad vasca es culpable, pero sí se dan los gérmenes para que nazca el terror y el odio a España, sí se dan los postulados alimentados por las fuerzas políticas democráticas para que el terror continúe (por ejemplo la manipulación histórica de los libros de texto aceptada por los partidos en donde Euskalerria es un sueño frustrado en la realidad cotidiana).

Cuarto, Rodríguez Zapatero se confunde al manifestar que la solución al terrorismo sólo pasa por la acción política, porque el diálogo bilateral con los terroristas no es una opción. Porque los intereses políticos no se pueden mezclar con la dejación de las responsabilidades de un ejecutivo que representa a un país y a miles de víctimas de los que se sientan al otro lado de la mesa de diálogo. Porque el diálogo político no puede ser sustitutivo de la acción judicial y de las leyes fundamentales que nos amparan. Porque el dialogo ha de realizarse entre todas las fuerzas democráticas, y no al revés.

Quinto, Rodríguez Zapatero confunde terrorismo con pobreza, de modo que, lo que hace es simplemente legitimar la acción terrorista como una reacción loable contra el poder opresor de turno, ya sea político o económico. Y no, los terroristas y asesinos no son desgraciados pobres que toman la pistola y activan la bomba como la desesperada y última acción contra la injusticia que padecen, sino que los asesinos actúan por unos intereses concretos y obsesivos al no aceptar la legalidad de una situación que se da por hecho, sea injusta o no.

Y sí, no podemos dejar de hacer ese esfuerzo cabal de comprensión, pero de analizar la situación que hace a la sociedad claudicar de su libertad en favor de dictaduras ideológicas y enfermizas. Un esfuerzo cabal de comprensión de los mecanismos democráticos que poseemos para erradicar el terror, por ejemplo, el cumplimiento íntegro de las penas de cárcel. Y un esfuerzo cabal de comprender que hay más soluciones que la simple concesión de unas exigencias que significan la victoria del terrorismo y el olvido de los que cabalmente intentaron comprender la libertad dejándose la vida en el camino.

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