martes, 24 de enero de 2006

CONSUMATUS EST

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El histórico odio visceral de la izquierda hacia todo lo español ha encontrado por fin, en Zapatero y en sus lametintas y analfabetos de corbata cara, el anhelado logro de su autoafirmación antidemocrática y caciquil. La ley de lo mío es mío y lo tuyo de los dos, encuentra en el latrocinio del estatuto catalán su expresión más triste y verdadera, sobre todo, para lo que antaño significó España, y para los que, en el presente, la han tomado como herencia y proyecto de futuro.

Un futuro, que quedará para los cuentos de lo posible aunque de lo improbable, ha pasado del realismo propio de cualquier nación como manifestación de su propia salud a un proceso irreversible de desarraigo y falto de identidad a fuerza de engañifas, buenas palabras y muecas inciertas. Un proceso irreversible de descomposición basado en la negación de lo evidente y en llamar a cada cosa por su contrario.

El engaño ha sido consumado por si alguien pensaba lo contrario, porque si se alzaban clamores contra el homicio alevoso de España, ahí se encontraba el imperio de don Jesús, de Polanco, para meter el miedo en el cuerpo a los españoles que creían que iba a ser la derecha española la que iba a disgregar, romper y destruir la unidad de España para otorgarla como albricia de un nuevo régimen a manos privadas y cómplices.

Y el PSOE ganó su glamourosa partida en las campañas de imagen, pero cayó en la trampa del victimismo sempiterno de las minorías nacionalistas que nunca quedan saciadas, porque ser los pobrecillos siempre les ha ido bastante bien. Seguro que en el acuerdo sin taquígrafos y a luz de la luna, al volado las promesas de financiación que, como siempre, favorecen, ante todo, a la unidad de España y a todos los españoles por igual. Si no fuera porque tendría que aprender catalán, me iría a ocupar aquella tierra, que por lo que se ve, es la tierra que mana leche y miel que aún ni los judíos han encontrado.

Y "consumatus est", como dijo Jesús, porque todo se ha cumplido y a nosotros nos ha tocado sufrirlo y donarlo como herencia a las generaciones que nos sucedan. ¿Con qué moneda nos pagarán?

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