La trascendencia que está alcanzando la reforma del estatuto catalán no debería haber sido tal si los trámites y las reuniones secretas no hubieran pactado, por una lado, la rendición de España ante las minorías parlamentarias para satisfacer el odio de los nacionalistas radicales, y por otro, el rompimiento de la solidaridad económica entre las comunidades autónomas españolas o, mejor dicho, el robo descarado de lo que le corresponde a la mayoría de España para dárselo a Cataluña y el País Vasco. No sabemos a cambio de qué apoyos secretos y pactos conspiradores.
La alta traición que el PP está cometiendo al desvincularse y criticar dichos pactos, a los cuales no ha sido invitado para que el reparto fuese bastante mejor entre unos cuantos políticos que se dicen electos democráticamente, está provocando el ofuscamiento de los dirigentes y portavoces del PSOE, del superpartito catalán y de algunos faranduleros que aprovechan el tirón para vender y sacar tajada (véase Rubianes). Al propio Partido Socialista, por lo que se ve, sólo le importa el proyecto común español, aquel en el que todos contribuyen al mejoramiento de Cataluña y el País Vasco, porque al parecer la nota más significativa de España y su sentimiento patrio es éste. No les importa el poder, sólo al Partido Popular y todos los españoles que defienden la unidad de España, la mitad y un poco más.
Quien dice España, dice PSOE y quien dice PSOE, dice España, porque un Mariano Rajoy que se parece más a Tejero que a Rajoy no puede ser jamás presidente del gobierno, ni un partido que está dividido en su seno, a saber, Piqué contra el resto, no da la talla de unidad que España y su proyecto común necesitan. La infinita claridad y transparencia del PSOE, la unidad de sus miembros, su calma, su coherencia política, su sosiego conciliador y su todo, es lo que realmente hace a España ser ella misma. He ahí al Partido de los partidos definitivamente liberador.
Pero, en el fondo, los que defienden España "al-modo-no-socialista", no están reclamando una España eterna, una España como ente imperturbable frente al intento de derribo de los separatistas. En el fondo, que los algunos catalanes quieran irse de España nos importa un bledo. En el fondo, que un insensato en el poder como el señor Rodríguez Zapatero se otorgue a sí mismo el estandarte de las libertades haciendo alarde de una bufonería que alcanza esferas internacionales nos trae sin cuidado, aunque nos dé vergüenza. Pero, los españoles que luchan por la unidad de España, lo hacen porque sienten a España como suya y cualquier español y cualquier persona con un poco de seso, rechaza contundentemente que le roben en su cara y en su propia casa. España es herencia de los que nos precedieron y nos la entregaron como mejor supieron. Por eso se puede y se debe defender ante los que quieren aprovecharse de ella y de nosotros como parte de ella.
España no es eterna, porque no siempre fue España, pero es nuestra España y eso basta para no permitir que los separatistas catalanes desgajen a fuerza de financiaciones injustas lo que nos pertenece a todos por nuestro trabajo y sudor, y por el esfuerzo de nuestros padres. España no es eterna, lo dicho. Pero nuestro sentimiento de pertenencia como españoles, sí. Y eso nos basta.
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