viernes, 10 de noviembre de 2006

Jiménez Losantos, SÍ GRACIAS

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En estos tiempos que corren lo más fácil es ser correcto, moderado y caer bien a todo el mundo, vamos muy "polite". Una especie de sincretismo del comportamiento que busca sobrevivir como sea en esta sociedad de la competitividad y de las amistades por un tubo. Se tienen amigos gays cuando uno es muy hetero, se tienen íntimos del Betis cuando uno es más sevillón que el escudo, incluso colegitas de izquierda cuando uno se decanta más por una derecha liberal...lo que se dice llevarse bien con todo el mundo y no dar el cante. Quizás sea por eso, por lo que las personas que suelen definirse desde el principio, mostrando una radicalidad mal entendida por el resto de los mortales no suelen caer bien y son criticados hasta la saciedad, amén de ser tildados de fascistas, sectarios, retrógrados, ultras, montaraces, crispadores, alientos del odio, agitadores, demagogos, maquinadores, mentirosos y todo lo que se le pueda ocurrir al que observa estos comportamientos como antidemocráticos y propios de una dictadura.

Federico Jiménez Losantos es una de esas personas que siempre están al borde del abismo porque no pueden vivir lejos de él. Y no pueden porque tienen voz y no callan. Se le podrá criticar su pasado, se le podrá tachar de chaquetero, se le podrá decir que su entusiasmo le juega malas pasadas como a todos los que se mueven en el filo de la navaja, pero lo que no se le puede criticar es ese posicionamiento tan claro y tan necesario en esta España de los pactos y de las amistades peligrosas, esta España del buen rollito y de la moderación "guay", esta España del "juntos como hermanos". Es verdad que el propio Federico se ha creído su papel, no de salvador, pero sí de vocero y un vocero necesario de tantos millones de españoles que estamos asistiendo a la desmembración no ya de España, sino de los derechos más fundamentales como ciudadanos y como personas con su propia forma de pensar, alejada de las tesis más institucionales y políticamente correctas.

Es insultado por la maquinaria prisaica de Polanco porque denuncia las constantes tropelías del PSOE y sus amigotes nacionalistas. Criticado por los miembros del PP porque les dice lo que piensa. Es criticado por todos los que creen que debería apoyar al PP frente al PSOE, y criticado por todos los que creen que critica al PP porque ha perdido el norte y que los políticos populares no están haciendo lo que él, y sólo él, quiere que haga. Es criticado por todos los que creen que la moderación es el mejor camino de la democracia y es criticado por los radicales que insultan a todo ser viviente que no piense como ellos, y por los radicales que creen que Federico Jiménez Losantos no está siendo lo radical que debería ser dada la situación. Es criticado por los obispos nacionalistas como creen los que defienden el nacionalismo y criticado por los obispos más conservadores y pulcros, como creen los que creen en la efectividad onerosa del poder eclesiástico. Criticado por los que no le consideran de la profesión y criticado por los que piensan que sólo busca llenarse el bolsillo a costa de vociferar seis horas al día.

Ahora se podrá decir que el escribe esto está cegado por las palabras del director de La Mañana, pero guste o no, intento que mis palabras sean lo más objetivas posible, aunque éstas me cierren muchas puertas. Que cada uno piense lo que quiera, está en su derecho. Pero Jiménez Losantos no es un periodista, sino un comunicador que se manifiesta fiel a una línea editorial e ideológica, caiga lo que caiga, llueva o truene. Es amado u odiado, como todos los seres que han dejado huella en la historia de la humanidad. Si no fuera así, estaría escribiendo columnitas en cualquier revista de instituto de secundaria, pero lo realmente cierto es que millones de españoles lo han elegido como termómetro de su mundo concreto y como puente con aquel ente llamado sociedad, y que está tan necesitada de personas que den la cara. Y esto es innegable.

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