martes, 23 de octubre de 2007

La Iglesia, argumento estrella de la izquierda

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La izquierda más rancia y desquiciada, encabezada por Carrillo y seguida de Llamazares, López Garrido y Bermejo no tiene otro argumento político que excretar afirmaciones contra la Iglesia sin ningún atisbo de sistematicidad ni rigurosidad. Ellos, que alardean de objetividad, experiencia y respeto rentabilizan como nadie el acaloramiento y el victimismo contra unos supuestos agresores, una Iglesia muy mala, que, según su ciencia, se opusieron a la libertad y el correcto trato humano, que por otra parte, la izquierda cumplió a rajatabla desde mayo del 31.

Si la Iglesia se decantó en un principio por el bando nacional no fue ni mucho menos por afinidad política, sino como huída ante la masacre que los republicanos estaban llevando a cabo contra los cristianos, clerigos y seglares. Los relatos están ahí, y todo aquel que lo niegue queda automáticamente inerme de argumentos para que su opinión sea tenida en cuenta por más tiempo. ¿Qué pretendían, que los perseguidos apoyaran a sus asesinos?

Las absurdas y esquizofrénicas manifestaciones de Carrillo igualando la Iglesia y la derecha del 36 con las contemporáneas no deja lugar a dudas de la posición de reconciliación, comprensión y regeneración de una España demasiado dañada que pretenden los agraviados del régimen franquista y de la dominación católica.

Cuando, sin argumentos, se justifican ciertan actitudes antidemocráticas, es que la cosa huele mal y está aún peor. Porque volver a las viejas consignas, al 36 sin pasar por el 34 y el 35, a pretender eliminar los tratados constitucionales con la Santa Sede y a opinar dogmáticamente sobre lo ajeno, muestra muy a las claras que los argumentos políticos han fallado sin remedio y que la derrota electoral se ve muy cercana, es decir, muy cercana. Repito, muy cercana. La Iglesia se convierte en el objetivo de la izquierda más analfabeta cuando ya nada tienen que decir, en la única e irracional reivindicación para seguir cobrando la nómina del partido y aumentando sus propios mitos. Y salir en las camisetas de los jóvenes del siglo XXII. Pobrecillos.

1 comentarios:

Anónimo dijo...

MUY IRONICO. ME GUSTA