martes, 17 de junio de 2008

Aquí se ha retratado cada uno

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Cuando yo era pequeño nos hacían temer a la justicia, no porque fuera el ogro que se llevaba a los niños para comerse sus ojos, sino que nuestros padres nos inculcaban esa idea por la cual los delitos encontraban siempre su castigo justo, y que, la justicia, como ente formado por personas rectas e imparciales, sabía en todo momento discernir entre la verdad y la mentira, entre lo fortuito y lo alevoso, entre la libertad y la manipulación.

Para mí, como cándido ciudadano de aquella época, y consciente de ello, trincar un nido de jilgueros de un frondoso naranjo ajeno o saltarse el cercado para mangar los calabacines y las berengejas del hortelano, suponía la autoconciencia del delito y la aceptación de la pena en caso de que al pobre hortelano le diera por estamparme un perdigón de sal en el culo o donde le pillara. Y encima, el hortelano, llevaba razón. Así era la justicia, antes. Y supongo que lo mismo ocurriría en esos edificios llamados juzgados y con la gente que iba a allí dentro, a que el hortelano de turno le pusiera el cardenal correspondiente donde se mereciera el que se lo mereciese.

Pero las cosas han cambiado, y hoy el que delinque queda impune, y el que denuncia, encausado por denunciar. Y es que en España, hay muchos que mandan mucho, demasiado para tantos que sólo sirven a un señor, a sí mismos, y a la libertad que con ello atesoran.

Dejándonos de milongas correctamente absurdas y escusadoras, aquí se ha retratado cada uno, y como los hechos son palabras dichas irreversiblemente para siempre y sin posibilidad de recurrir al Delorian de Doc, que cada uno tome nota de lo que la sentencia supone, y que, curiosamente no ha juzgado hechos, sino intenciones y honores al modo campeador.

Gallardón ha dejado claro quién es realmente y cuáles son sus intenciones -ambiciones-, a la hora de allanarse el camino hasta La Moncloa, ¿caiga quien caiga? Incluso sin los votos de los que siempre, por ser del PP, le han votado. Trepa, manipulador, mentiroso y pelota a ratos. Pero eso no se juzgaba en el juicio.

Rajoy, otro que se confunde sin ser de noche, llamando honor a la esclavitud de expresión. Bajándose los pantalones y asumiendo la sentencia como palabra de dios-juez. Una justicia a la carta en toda regla, al nuevo estilo de Zapatero impuesto a golpe de buscar cualquier excusa para arruinar la carrera del más pintado, o del más libre.

Los jueces han dejado ver también quién son. Y aquí, María Inmaculada Iglesias, ha manifestado que no es independiente y que su juicio está obcecado por las circusntancias que le rodean a ella, a sus amigos, sus intereses y su anticonstitucional concepto de la libertad de expresión. Que los malos sean injustos, vale, pero que un juez(a) sea injusto es el colmo de la democracia. Macabro cachondeo.

Y se han retratado todos los ciudadanos, sobre todo, los periodistas. Los que han brindado con champán y los que han mostrado todo su apoyo y adhesión a Federico Jiménez Losantos, no tanto por quien es, sino por lo que representa en España, la libertad, aunque muchos identifiquen libertad con pleitesía, o peor, con mala educación.

1 comentarios:

Militos dijo...

Federico ha sido condenado por expresar una opinión. Algo que todos críamos se podía hacer en una democracia.
Saludos