sábado, 5 de noviembre de 2005

Diálogo, pero no acuerdo

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La señora Vicepresidenta del Gobierno, Teresa Fernández de la Vega, ha declarado tras la aprobación del proyecto de la LOE en el Congreso de los Diputados, que "ha habido diálogo, pero no ha habido acuerdo", refiriéndose a los contactos con los responsables de la Conferencia Episcopal Española. Además, halagüeñamante, manifestó que las puertas del Gobierno siempre están abiertas al diálogo, aunque en este caso lo ve muy difícil, no lo cree, más bien se inclina a pensar lo contrario.
Y ¿por qué el derecho de los padres, el derecho a una educación libre y el derecho de los profesores de religión a un trabajo digno supone un asunto de difícil solución? ¿Por qué no hay acuerdo? Habría que preguntarle a esta señora que cuáles son sus propuestas de acuerdo y cómo se van a garantizar tales derechos desde la instancia elegida para tal fin, a saber, el Gobierno de todos los españoles, porque si piensa que no habrá acuerdo, ¿se quedará todo como dicta la LOE? Claro, se ha dialogado, pero...
A pesar del Acuerdo del Estado Español con la Santa Sede de 1979 (estando ya vigente la Constitución Española), sin el cual no habría asignatura de religión desde hace años, los ministriles imponen, con su música, la laicidad como objetividad liberal y democrática, elevando el pensamiento único, el de ellos y sus secuaces, a la categoría de dogma.
¿Qué ocurrió con el anteproyecto de ley? ¿Qué ardid ha provocado su remodelación? Parece ser que la causa ha sido el afamado ambiente de crispación del que tanto acusan a los españoles que no poseen los mismos criterios de libertad del que hacen gala su panteón amoncloado. El diálogo que preconizan no significa la aceptación de su monólogo como creen entender, sino la puesta en escena de todos los puntos de vista, de todos los criterios posibles y la aceptación, con la consiguiente renuncia, de los propios presupuestos por el bien de todos y la consecución de los derechos.
En fin, que el cinismo de este gobierno alcanza ya se cenit y la artimaña contra la educación de los jóvenes, y no tan jóvenes, se expande como una metástasis incurable que avoca al fracaso de la vida, de las libertades y de los derechos, y parece ser que sólo ven los síntomas unos pocos.

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