jueves, 3 de noviembre de 2005

La farándula del estatuto

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El triste espectáculo que se vivió en el Congreso de los Diputados y del que pudo ser testigo la nación entera, ha supuesto la manifestación de la más intrínseca intención de la desmembración del Estado Español. La plausibilidad del Gobierno ante los ataques y amenazas de la mayoría de los partidos, casi todos, nacionalistas, se erige como el colmo del despropósito y supone la constatación de que el ejecutivo ha perdido el norte de su autoridad. La merced a la que está sometido el gobierno de Zapatero por parte de las minorías nacionalistas no deja de causar una sensación de desasosiego y de frustración porque parece que son los únicos que no ven las verdaderas intenciones de este estatuto de autonomía.

Por otro lado, la actitud y palabras de los que votaron afirmativamente la tramitación del estatuto no deja lugar a dudas, ya que la falacia y el insulto fue la nota y la esencia de todos los discursos. El Partido Popular, sobre todo, además de la COPE y la Iglesia, fueron las dianas en las que se enmarcaron los venenosos dardos lanzados por Rubalcaba, Rovira, Durán, Puigcercós, Mas, de Madre, Labordeta, Llamazares, Rivero, Lasagabaster y algunos más. La defensa no consistió más que en un ataque continuo y visceral contra los criterios que se oponían al trámite del estatuto, porque casi no se esgrimieron argumentos a favor o la necesidad del mismo para que fuera planteado en el Congreso.
El apoyo del pueblo catalán y la bondadosa autodeterminación necesitada de un reconocimiento palmario fueron estos motivos a favor. Pero si los criterios son los expuestos, se podrían citar docenas de realidades que cumplen tales suspuestos y podrían, por tanto, pedir su anexión a sí mismos, con la creación de un nuevo modelo de financiación independiente, en el que los impuestos propios se queden con ellos y, además, reciban una parte de las partidas del resto, para que no se vean discriminados del común de la nación, porque, para cobrar, seguro que se sienten muy españoles.
Las apelaciones a poetas españoles, a los históricos políticos catalanes, a filósofos de medio rango y a numerosos acontecimientos históricos tornó el debate rancio y vacío, como si los que subían a la tribuna no tuvieran más recursos que lo que otros habían dicho, aunque el presidente Zapatero no dudó en exponer, con cifras incluídas, lo bien que marchaba España y su economía, la avanzadilla europea, como si todo aquello tuviera que ver con lo que se debatía en el Congreso. A todo esto hay que añadir las reiteradas llamadas de atención que hizo Marín a la "bancada" del Partido Popular mientras que sus allegados clamaban, aplaudían y chillaban impunes.
Todos defendieron a sus comunidades, porque se ve que el Cogreso de los Diputados sólo están representados por un lado, Cataluña, Galicia, El País Vasco, Aragón y Canarias, y por otro, el resto de España. Los discursos nacionalistas y la sarta de frases en unas lenguas, que no son la española, se sucedieron sin tapujos, o ¿es que también están obligados los españoles a entender el catalán, el gallego o el vasco por respeto a las minorías? Porque yo no entendí muchas de las cosas que allí escuché y eso que se estaba debatiendo en el Congreso donde se repesentan a todos los españoles. Así pues, las comunidades con representación salieron a la palestra, unos para decir que traerán su estatuto y otros para decir que volverán.
Y Rajoy, representó a España, a todos los españoles y por eso fue tildado de anticatalanista, antiespañolista, anticonstitucionalista, antidemócrata, todos los antis que se puedan ocurrir y fascista, ¿cómo no?. Alertó, tendió la mano y puso la cartas sobre la mesa. Al final, todos contra él o ¿será más de la mitad de España contra el estatuto y sus adalides? La farándula no puede parar, pero quizás los españoles se hayan cansado ya de ver la misma función.

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