viernes, 22 de septiembre de 2006

Montilla demuestra su bajeza ética contra Múgica

Parece que no basta con que los cargos públicos hagan su trabajo como corresponde, sino que ahora se les tilda de cualquier cosa precisamente por realizar dicho trabajo con responsabilidad y coherencia. Éste es el caso del Defensor del Pueblo, el señor Enrique Múgica, vilipendiado por haber presentado un recurso de inconstitucionalidad al aprobado estatuto catalán. Los argumentos usados por el candidato a la Generalidad de Cataluña por el PSC, el señor Montilla, no dejan de mostrar la bajeza moral y personal de tal personaje, ministro de España hasta hace pocos días. Es más, demuestran el rastrojo en el que se puede convertir el ser humano por buscar egoístamente el propio interés, haciendo alarde de una mala fe que no merece casi ni la consideración de persona, aunque lo quiera mucho su familia y lo tengan en alta estima los militantes de su partido y/o los nazionalistas de su región.

Porque manifestar públicamente que el Defensor del Pueblo actúa contra el estatuto catalán como consecuencia del asesinato de su Fernando por la banda asesina ETA en 1996, es una maldad inefable. Pero, ¿cómo puede ser un defensor de la democracia y la libertad (JA, JA) una ser tan primario? ¿Tiene que recurrir al insulto y la ofensa frente a la discrepancia? Dicen que el ladrón cree que todos son de su condición, porque, Enrique Múgica estará más cerca o más lejos del PP, pero no habla en su nombre, sino en el nombre de todos los españoles frente a un estatuto inconstitucional de cabo a rabo, insolidario, caciquil y separatista, pero de los separatistas que quieren seguir chupando del bote común. Y eso lo sabe el candidato Montilla.

¿Cuáles son las razones, entonces, por las que destinó desde su cartera de industria, muchos millones de euros -miles de millones de pesetas- para Cataluña, su promoción lingüistica-tecnológica, su promoción turística cuando ya es la primera en turismo, su promoción cultural-antiespañola? ¿Cuáles son las razones entonces, por las que Montilla, parece ser, recibió millones de una entidad bancaria catalana a cambio de ciertos favores empresariales? ¿Cómo se atreve, pues, este no se qué de la política a manifestar que Múgica actúa de esta forma por un débito de favores al Partido Popular?

Y lo más importante y esclarecedor, ¿por qué relaciona un asesinato de ETA con el estatuto catalán? ¿Es que la identidad catalana nazionalista se funde en una con la idea de la autodeterminación vasca por medio de las armas? Porque, a priori, no debería haber relación entre los asesinatos de ETA y la aprobación del estatuto, pero ha mostrado su plumero antiespañol, quizás por necedad, quizás por soberbia. Lo ha hecho.Y por último, ¿con qué autoridad juzga Montilla la acción del Defensor del Pueblo basándola en un estado de ánimo poco saludable? ¿Es que es psicólogo o es que tiene mucha mala leche, o es que es así de simple?

Este individuo pútrido es el candidato a gobernar la comunidad autónoma -nación- más rica de España. Que se lo piensen los votantes del PSC antes de dar su sí a tal ser. Pediría la abstención de voto para la papeleta de la bicha enroscara al capullo rosal catalán. Es más, pido encarecidamente que se obvie al indocto Montilla, porque los ciudadanos no nos merecermos ralea de tal calaña viviendo de nuestras ilusiones y nuestro trabajo. ¡¡Deje a la libertad actuar por sí sola candidato Montilla...! Ah, lo olvidaba, usted no la soporta.

jueves, 21 de septiembre de 2006

Se acerca la verdad sobre el 11-M

La explicación manifiesta e institucional de la masacre del 11-M dada pocas semanas después del suceso por parte del Gobierno, sin sumario ni informes de por medio, parece que ya no se sostiene, ni con la ayuda de todos los grupos parlamentarios ni de la mayoría de los medios de comunicación. Y sucede, que las cosas en esta vida no son una sucesión apodíctica de causas y efectos. Y si el 11-M hubiese sido el efecto de la presencia de las tropas españolas en Irak, entonces tendríamos atentados todos los días a tenor de la presencia de tropas españolas en numerosos conflictos bélicos de tinte islámico y que, políticamente, ni nos van ni nos vienen.

La "coalición" en defensa de la dignidad del Parlamento por parte de todas las fuerzas políticas contra el requerimiento de verdad presente y futuro del Partido Popular sobre las investigaciones del 11-M y la actuación del Gobierno junto al poder judicial, no deja de ser motivo de vergüenza para todos los españoles. Y digo vergüenza porque no nos merecemos un gobierno que nos mienta y unos políticos que se hayan aliado sin pruebas a una verdad institucional que hace aguas por todos sus flancos.

La máxima de la izquierda de que siempre tienen la razón se ha coligado con la mentira y la manipulación, con la rotura de los derechos constitucionales, con el vicio del poder y con el olvido de las víctimas, 192 muertos y 40 millones de españoles más.

El apagón informativo y la inacción judicial junto al ataque total contra los medios que investigan la masacre del 11-M, a los propios periodistas y a todos los que defienden en las calles la búsqueda de la "verdadera" verdad, no es más que la prueba más evidente de que tienen mucho que ocultar y poco que decir en su defensa. El último informe descubierto por El Mundo lo atestigua, aunque los responsables sigan tildando a gritos la maldad y la mentira del Partido Popular para constrarrestar la avalancha que se les avecina. Lo que no entienden los responsables que la vida de los 192 muertos pesa mucho en nuestro presente, en el de todos los españoles que quieren saber la verdad. Y esa fuerza es imparable. Sigamos creando la incómoda crispación que tanto fastidia a la sociedad española estancada en las verdades que suenan bien a sus oídos amaestrados por los asesinos y sus cómplices, porque cada día nos seguimos acercando más a la verdad del 11-M.

miércoles, 20 de septiembre de 2006

El Islam y los progres

La grandeza del Islam parece que recae en su capacidad de autodeterminación, sobre todo, desde la perspectiva de los progres españoles que no son capaces de comprender la libertad de todos y cada uno de los ciudadanos, sino sólo de unos pocos, amigos y conocidos, siempre que recaiga la culpa sobre los que ellos mismos, estos progres, consideran que viven y piensan en contra de sus maniqueos ideales e intereses trepas.

Lo del Islam, su desmesurada respuesta ante las frases del Papa Benedicto XVI, no nos coge de nuevos, porque ya sabemos de qué pie cojean los que quieren ensalzar sus propios ideales usando la parte más radical de las suras del Corán. Lo que ya no alcanzamos a comprender ciertamente es la postura de todos estos que no saben ni qué es el Islam, ni qué es el cristianismo, ni son capaces de entender unas palabras sencillas que sólo hacen defender la razón de la religión como encuentro entre los seres humanos.

El intento por hacer ver a la opinión pública de que históricamente han tenido razón cuando defendían la tesis de la maldad de la Iglesia y su jerarquía, llega en estos días a límites insospechados. De nuevo, la confusión entre libertad, democracia y manipulación informativa (ideológica), es la nota fundamental entre los que defienden la bondad de los radicales islámicos y la maldad de unos cristianos que pretenden poner los puntos sobre las íes para que esa opinión no se convierta en el santo y seña de la debacle social de occidente, para que las amenazas de expansión del Islam en Europa no sean tomadas como un derecho loable de autodeterminación sobre los que escuchan tal palabro y se les nubla la vista de tanto gusto.

No todo vale, y el uso político e ideológico de cualquier religión no es tolerable en una sociedad basada en el cumplimiento de los derechos individuales, aunque la mayoría no se cumplan. Por esta razón, no podemos comprender cómo los defensores progres de la libertad y esos derechos que tanto gustan de gritar cuando las aguas vienen cargadas de subvenciones que pagamos todos los ciudadanos, defienden a ultranza los derechos de unos radicales que no dejan que en sus países, precisamente, se cumplan ni uno solo de esos derechos, ni siquiera que se dé algo tan normal para ellos como la democracia.

Y si a los progres les ponen las amenazas de la reconquista de occidente, véase Al-Ándalus u 11-S, pues que se borren de todo lo que occidente significa y se vayan a vivir in situ la verdadera realidad islámica y su democracia coránica. O si lo prefieren que se vayan a Cuba, pero sin vivir del cuento.

lunes, 11 de septiembre de 2006

Un esfuerzo cabal de comprensión

Realmente, nuestra primigenia misión como ciudadanos es hacer un esfuerzo cabal de comprensión, pero no del terror, imcomprensible de por sí, sino de todo aquello que no se hace para combatir a los asesinos. Los españoles no somos la chica austriaca secuestrada durante ocho años y, por tanto, no tenemos ese síndrome de Estocolmo que nos hace ver a nuestros asesinos como personas que actúan con "buena" fe e impulsados por la agresión histórica de la puta España, como diría el tal Rubianes.

Rodríguez Zapatero, como experto luchador contra el terrorismo infame, ha defendido, en Helsinki, la Alianza de Civilizaciones en cuanto única solución para la supresión del terror, cuyo primer elemento es la necesidad de "hacer un esfuerzo cabal de comprensión de la amenaza" terrorista en el mundo. Dicha tesis se basa en la idea, nacida de su privilegiada y objetiva visión histórica, de que el terrorismo "ha sido utilizado históricamente en apoyo de diferentes ideologías o confesiones religiosas", de modo que, "no podemos vincularlo con ninguna civilización, cultura o religión determinada". Pero el señor Rodríguez Zapatero se confunde.

Primero, confunde religión con ideología pretendiendo ponerlas al mismo nivel, un tú a tú al que nos tiene desgraciadamente acostumbrados con respecto al terror de los asesinos de la ETA. La religión no es una ideología más, ni la ideología es equiparable a los postulados que definen una religión. El que no entienda esta diferencia que se vaya a los manuales de antropología, que no a los de teología. No se confundan.

Segundo, confunde lo histórico con lo que siempre se ha dado de un modo concreto, porque da por hecho que la religión ha ido unida indisolublemente al terror (históricamente) y que se ha servido de éste para sus intereses personales, cosa cuanto menos falsa. No es de extrañar, por tanto, que confunda de antemano, religión con ideología. Y su confusión le lleva al terreno de la generalización, recurso propio de los ignorantes. De ahí que podamos deducir según las palabras del Presidente del Gobierno, que nuestra cultura está asentada sobre las bases del terrorismo que "ha sido utilizado históricamente en apoyo de diferentes ideologías o confesiones religiosas".

Tercero, Rodríguez Zapatero se confunde al manifestar que el terrorismo no se puede vincular a ninguna civilización, cultura o religión. Entonces, ¿quién es el terrorista y quién la víctima? ¿Defiende la tesis de que todos tenemos la culpa del terrorismo como el cura que nos hacía culpables de la pobreza en el mundo por tener los frigoríficos llenos de comida? Ciertamente no toda la sociedad vasca es culpable, pero sí se dan los gérmenes para que nazca el terror y el odio a España, sí se dan los postulados alimentados por las fuerzas políticas democráticas para que el terror continúe (por ejemplo la manipulación histórica de los libros de texto aceptada por los partidos en donde Euskalerria es un sueño frustrado en la realidad cotidiana).

Cuarto, Rodríguez Zapatero se confunde al manifestar que la solución al terrorismo sólo pasa por la acción política, porque el diálogo bilateral con los terroristas no es una opción. Porque los intereses políticos no se pueden mezclar con la dejación de las responsabilidades de un ejecutivo que representa a un país y a miles de víctimas de los que se sientan al otro lado de la mesa de diálogo. Porque el diálogo político no puede ser sustitutivo de la acción judicial y de las leyes fundamentales que nos amparan. Porque el dialogo ha de realizarse entre todas las fuerzas democráticas, y no al revés.

Quinto, Rodríguez Zapatero confunde terrorismo con pobreza, de modo que, lo que hace es simplemente legitimar la acción terrorista como una reacción loable contra el poder opresor de turno, ya sea político o económico. Y no, los terroristas y asesinos no son desgraciados pobres que toman la pistola y activan la bomba como la desesperada y última acción contra la injusticia que padecen, sino que los asesinos actúan por unos intereses concretos y obsesivos al no aceptar la legalidad de una situación que se da por hecho, sea injusta o no.

Y sí, no podemos dejar de hacer ese esfuerzo cabal de comprensión, pero de analizar la situación que hace a la sociedad claudicar de su libertad en favor de dictaduras ideológicas y enfermizas. Un esfuerzo cabal de comprensión de los mecanismos democráticos que poseemos para erradicar el terror, por ejemplo, el cumplimiento íntegro de las penas de cárcel. Y un esfuerzo cabal de comprender que hay más soluciones que la simple concesión de unas exigencias que significan la victoria del terrorismo y el olvido de los que cabalmente intentaron comprender la libertad dejándose la vida en el camino.